Su estudio es un laboratorio experimental de información en el que la recopilación compulsiva da paso a la obsesiva ordenación, categorización y estandarización de materiales desechados y mundanos. En este espacio pseudocientífico, el artista recupera y transforma los objetos cuya función principal ha caducado o ha sido cancelada.

Al abordar su trabajo como archivero, de la Mora y el equipo de su estudio se dedican a las tareas de buscar, analizar, contar, documentar y refinar una gran cantidad de objetos, desde suelas de zapatos desechadas y cáscaras de huevo rotas, hasta mantas de impresión offset y laterales de cajas de fósforos usadas. Cada material muestra evidencias de la interacción humana: los puntos de contacto, el paso del tiempo, el desgaste de la vida. En el taller, los sonidos de estos procesos transformadores inundan el ambiente con un zumbido repetitivo (el toque de fósforos, el recorte de las suelas de cuero de los zapatos, el recuento de fragmentos de cáscaras de huevo), mientras todo el estudio se empeña en revelar la narración que hay dentro del objeto.

Al igual que las manchas de pintura, estos materiales refinados se aplican en pastillas definidas para formar composiciones más amplias compuestas por acciones inferidas: los escalones que recorremos con nuestros zapatos, la belleza mecánica del entintado repetitivo de una imprenta, la consideración cuidadosa de las sutiles variaciones tonales en miles de fragmentos de cáscaras de huevo, la luz de fósforos acuñados aparentemente innumerables, pero cuantificados. Al refinar y descontextualizar estos objetos desechados, de la Mora crea una sintaxis visual mediante la cual entender el lenguaje detrás del objeto cotidiano y comunicarse personalmente con las texturas, capas e historias individuales destiladas de multitudes de información que pintan una imagen impresionista de la vida como una acumulación de acciones repetitivas y momentos olvidados.

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