Braun se nutre de la polisemia y los malentendidos narrativos, incluso en la apariencia fugaz de ser simplemente un pintor abstracto y creador de objetos virtuoso. Bajo esta superficie, Braun aborda su trabajo de manera científica, incluso alquímica, mientras valora la poética de la gracia y el azar. Sus procesos técnicos generan constelaciones únicas de composición y color para revelar el potencial de diversos soportes y medios, evocando las historias oblicuas y rizomáticas que referencia. Ha vuelto una y otra vez al vidrio y la seda, en parte por cómo reflejan y absorben la luz, y honrando su importancia y ubicuidad a lo largo de culturas y épocas. Las obras de Braun en estos materiales también desafían las categorizaciones y jerarquías convencionales de la pintura, la escultura y la artesanía. Las obras de seda están envueltas en olmo alemán (una desviación del aluminio por primera vez), habitando un espacio entre dos y tres dimensiones; y las esferas de vidrio, producidas en colaboración con un taller tradicional bávaro, transforman una silueta tradicionalmente asociada a las artes decorativas en esculturas abstractas conceptuales (aunque también aluden a cabezas y ojos humanos y alienígenas, así como a la creación de mundos). Las esferas se sitúan en mesas circulares hechas de fresno mexicano, una especie de árbol nativa abundante que se asemeja parcialmente al olmo en peligro de extinción.

Los experimentos de Braun con escalas variadas entre las obras de seda en esta exposición muestran el poder dramático de lo miniatura y reflexionan sobre las complejas relaciones entre lo humano y lo cósmico. Estas sedas también reflejan dos enfoques formales diferentes: uno marcado por gradientes saturados y sin costuras y el otro por colores audaces superpuestos en parches fluidos y pictóricos. Esta última estructura evoca los “space fidgits” llenos de aceite, un juguete novedoso para niños popular en los años 70 y 80. A través del recuerdo manual de un juguete a menudo con fugas, un registro de la vibrante paleta de un momento, volvemos a los aterrizajes lunares y las independencias largamente buscadas, una metonimia del fin del modernismo.

Texto de Beth Citron