La obra de David Moreno se ha movido entre dos universos: el de la figuración del sonido y el de la sonoridad de las imágenes, rescatando y revolucionando la larga tradición del cinetismo moderno. Su interés por las intersecciones entre la música y la pintura no solo ha sido de naturaleza formal, sino que ha constituido una forma de interrogar la esencia de la imagen artística como resonancia y silencio, y el cuerpo de lo visual en sí mismo. De este modo, su resistencia, irradiación física, capacidad y sustancia se reflejan en forma de repeticiones, cortes, incisiones y vibraciones visuales.
En palabras del artista: La música existe y moldea el tiempo en una duración específica. Es un arte que refleja, de manera abstracta, nuestro sentido de lo que significa estar vivo. El desafío de trabajar con materiales bidimensionales y estáticos radica en darles esa calidad de movimiento y duración, de dar vida a lo inerte.
A través de instalaciones sonoras, un proceso de arqueología tecnológica, experimentaciones electroacústicas y a través del dibujo y la fotografía, Moreno ha construido una sólida obra desde 1981. Impresionado por la película Eraserhead de David Lynch, comenzó a interesarse por el manejo de cámaras de 35 mm y por filmar con Super8. Esta experiencia, combinada con su interpretación pictórica y su fascinación por las espirales y los círculos, y el juego infantil de dar vueltas sobre uno mismo hasta marearse, le permitió descubrir la capacidad de la cámara para capturar eventos acústicos y visuales en un lenguaje abstracto.
Desde el principio, David Moreno ha intentado dotar a su obra de una calidad física, involucrando su cuerpo y sus manos en el proceso de producción de la imagen y recurriendo al papel como soporte para mantener la escala y el contacto humano en la pieza, y así demostrar que toda la tecnología es una extensión del cuerpo. Su elección del papel, frente a otros soportes más establecidos como el lienzo, ha hecho posible romper con una cierta gravedad cultural: «La relativa naturaleza efímera del papel refuerza el tipo de imaginario con el que me interesa trabajar, un imaginario que, como el propio papel, también se basa en una condición transitoria».
La limpieza, la claridad y la inmediatez de las líneas de sus dibujos, así como la sencillez de sus piezas sensoriales, no solo constituyen un disfrute que recuerda al entretenimiento infantil sino que también invitan a la reflexión y a una parodia del mundo digitalizado, aunque sin dar respuestas. Es definitivo, ya que su obra es el resultado de la exploración y la curiosidad permanente.
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Photo Credits: Enrique Macías