Aunque es mejor conocido por su trabajo en el cine, Sebastian Silva ha pasado la mayor parte de su vida dibujando y dibujando activamente. Inspirado en una infancia en la que representó personajes bajo la influencia y el estilo de dibujantes y animadores clásicos como Tex Avery y Walt Disney, y avanzando hacia referencias más modernas como Matt Groening (Los Simpson) y John Kricfalusi (The Ren & Stimpy Show), Silva presenta The Elephant in the Room como su primera incursión en el mundo de las artes visuales.

Sebastian Silva, cada vez más aburrido de los pequeños bocetos y garabatos, ha centrado recientemente su visión en la pintura de gran formato en un esfuerzo por ser más físico y gestual en la obra. La escala de las pinturas permite al artista abrazar la sensualidad de las líneas curvas y las formas exageradas, mientras que la energía frenética de sus composiciones deja una sensación palpable de lo que el artista describe como «la frustración de la excitación», en la que nada en el momento de la excitación sexual puede satisfacer los impulsos más primitivos: «Nada es suficiente...»

Los grandes y retorcidos retratos de enanos sobre fondos negros azabache se inspiraron en una sudadera que Silva alguna vez tuvo del querido personaje de Disney, Dopey. Realizada en un estilo holgado y voluptuoso para evitar infringir los derechos de autor, la caricatura de la sudadera adquirió un cierto carácter sexual, con líneas curvas y formas con bloques de color un tanto fálicos. Interesado por esta representación del personaje y en busca del mismo olvido que interpreta Dopey, Silva se refirió a sus experiencias con la droga disociativa ketamina y al estado de olvido que provoca, conocido coloquialmente como «K-hole». Distorsionados y deconstruidos, los enanos de Silva están suspendidos en el espacio infinito de la disociación, insensibles y adormecidos, incapaces de controlar sus propios cuerpos.

Vemos la misma lucha corporal en el cuadro del perro vomitando. Enfermo —quizás por la misma sustancia que los enanos—, el perro hace visible la inconveniencia de tener un cuerpo. La primera de las cuatro nobles verdades del budismo enseña que la vida consiste en sufrimiento, dolor y miseria; somos esclavos del cuerpo, agobiados por la abrumadora carga de alimentarnos, lavarnos y hacer ejercicio. Pero el cuerpo también puede brindar placer; placer del dolor, placer del sexo. Ese placer físico se refleja en los cuerpos abstractos, distorsionados y retorcidos que aparecen en el gran cuadro de una escena de orgía pervertida en la que las partes del cuerpo parecen moverse y fundirse formando un nudo de piel suave, bocas y agujeros. Sin pedir disculpas en su interpretación, la pintura llama la atención del espectador, en el mejor de los casos, por el voyeurismo.

Con la presentación, Silva lanzó su primera publicación 'Sebastian, The Woman: An Autobiography'. Publicado en un número limitado de 200 ejemplares, el pequeño libro es la culminación de escritos muy personales e imágenes recopiladas, como una sincera introducción autobiográfica del hombre detrás de la obra. Compilados a partir de notas y garabatos que Silva ha acumulado a lo largo de los años, los textos provienen de lo más profundo, a veces de esos lugares y espacios oscuros, escritos desde la cama con bolígrafo y libreta: «después de una fiesta, después de follar, de llorar...» Las palabras son crudas y, a veces, impactantes por su franqueza: el acompañamiento perfecto para las pinturas y dibujos que exhibe.